martes, 15 de marzo de 2011

El ejemplo Fukushima y la reacción nuclear de Ana Pastor

Desgraciadamente ya tenemos un nuevo desastre histórico que nos ha ayudará a avanzar en la seguridad a partir de ahora. Si Chernobil sirvió, sobre los cadáveres de miles de afectados, que se crearan unos protocolos mínimos que hasta entonces parecían exagerados, hoy lo que ha sucedido en Japón está provocando debates en todos los países con centrales nucleares. Un debate sosegado, dice nuestro gobierno, como si este tema no sufriera ya un aplazamiento de décadas. No entiendo que la raza humana no haya aprendido de errores previos, que tengamos que esperar a que suceda algo así para ponernos a trabajar, ¿acaso no existen unos departamentos de prevención de riesgos? ¿qué hacían hasta ahora? Claro, dirán algunos, es que ¿quién se iba a imaginar que podía suceder algo así? Pues precisamente para eso se les paga a unos conserjos listísimos que, por lo visto, están más ocupados con otras cosas.
Aquí seguimos planteándonos si alargar la vida de centrales como Garoña, hay miedo a dejar a una población entera en el paro. Parece que en estos casos prima el rendimiento inmediato y no el daño al planeta, ese que nos permite vivir arrendados.
Y justo en el día en el que surge ese debate nos encontramos a una de las mejores periodistas televisivas que ha dado nuestro país en la última década enfrentándose a Ahmadineyad. Ese velo colocado de forma tan débil se fue resbalando hasta que cuando todavía quedaban diez minutos de preguntas y respuestas ya descansaba en el cuello de la presentadora ante esa sonrisa tan poco creíble del mandatario. Impía, infiel, dirán de ella los esbirros del gobernante pero no nos despistemos, lo que importa no es ese simbolismo del cabello descubierto sino las preguntas incisivas e insistentes ante los continuos driblajes del invitado.
No me extraña que sea trending topic en todo el mundo.

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